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La pasta de la paternidad

  • Foto del escritor: Justin Jaquith
    Justin Jaquith
  • 18 mar 2020
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: 14 dic 2021

“Papá, porfis, ¿podrías prepararme un poco de pasta?” preguntó el piojito.


Papá, porque planeaba pronto posar sus pompas en el patio con su periódico y un puro, pensó puras palabrotas, pero prefirió no pronunciarlas. La pareja del papá paseaba por la playa con la prima, paladeando piñadas prolíficas entre palmeras, entonces papá, por supuesto y por su puesto, permaneció apoderado del pequeño príncipe y su panza puntillosa.


Puesto, pues, que el pobre padre no podía pensar pronto en un pretexto apropiado, no puso peros, y proclamó con paciencia postiza: “Piojo, prometo que tu paladar pronto probará la pasta perfecta que te prepararé.”


Principiado el proyectó, pronto empezó a presumir, y se pasó de picudo. Preparó la pasta con pulcritud y pericia. Por encima puso papa, perejil, pimienta, paprika. En un plato aparte picó pera, piña, plátano, papaya. Se pensó el proveedor del pequeño, un protector primordial, y plasmó la plenitud de su paternidad en esta impecable pasta.


Por fin presentó el plato al pequeño. “Provecho, piojo,” pavorealó el padre, “una pasta perfecta, preparada por papá, para tu placer”.


Apenas presentado el plato, el piojito pronunció, “Pero Papá, apesta, prefiero un pan.”

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